“Tú eres un campeón, pero la gente no lo sabe todavía”.
Dijeron muchos padres, muchas veces a sus hijos. Es muy probable que sea lo mismo que nuestro Padre Dios diga lo mismo de nosotros una y otra vez.
Vivimos en un mundo competitivo. Nadie quiere ser menos que nadie, pero ¿qué pasa cuando competir es lo único que debes hacer?
¿Cómo prepararte? ¿Cómo ser disciplinado? ¿Cómo resistir persistir y nunca desistir?
El invitado de hoy, nos habla de su experiencia como deportista Olímpico, y cómo su fe en Dios fue parte fundamental para mantenerse fiel a un medio de tanta competencia, llegando hasta los Juegos Olímpicos.
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12.
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